Matar a un ruiseñor
Angel Garmendia es padre de un alumno del colegio María Mariño. 09.05.2015
Matar a un ruiseñor
Estas palabras utilizaba Atticus Finch interpretado por Gregory Peck en la película Matar a un ruiseñor para explicar que debemos preservar a los débiles y que la belleza está en todo lo que nos rodea. En la ciudad tenemos un centro para la atención de las personas con diversidad funcional, el conocido por Santiago Apóstol y en ese complejo un colegio de educación especial el María Mariño. En ambos centros hay personas y lo califico de esta manera con la intención de poner en valor que los usuarios de ambos centros son personas con derechos, pero parece que los poderes públicos que ostentan la responsabilidad de dotarles de todos los medios para que se puedan desarrollar hasta el máximo de sus posibilidades tanto psíquicas como físicas los olvidan y los dejan relegados a su suerte.
Las denuncias formuladas por los padres, los profesores, personal laboral y las organizaciones sindicales ponen de manifiesto el estado de abandono y la dejadez en los que se encuentra el centro. Hace unos meses se derrumbo la rampa de acceso al complejo, el estado de deterioro de algunos pabellones roza el estado de ruina, el colegio de educación especial María Mariño, con 50 niños entre 6 y 21 años, muchos de ellos con problemas de movilidad y todos ellos con problemas psíquicos, tiene problemas en sus instalaciones con la luz, fachada, acceso inadecuado para sillas de ruedas, por no citar la necesidad de reparaciones constantes para mantener la actividad del centro .Y qué decir del Santiago Apóstol, con problemas constantes de personal, donde no se cubren las bajas del personal, generando un ambiente que propicia el abandono de la institución de los usuarios que buscan otras alternativas para cubrir sus necesidades.
Pero todo esto tiene responsables con nombres y apellidos: el complejo es propiedad de la Consellería de Benestar , de la que es titular la conselleira Beatriz Mato, conocedora de todas las denuncias formuladas por el funcionamiento y los déficits del complejo; y del conselleiro de Educación, Román Rodríguez González, depende el colegio de educación especial María Mariño. A veces me pregunto si tienen hijos, si les gusta que sus hijos vayan a un colegio donde haya el suficiente personal, si las instalaciones son adecuadas, si funciona la instalación eléctrica, si no se caen a desconchones las paredes y si en el colegio al que van sus hijos o sobrinos, está preparado para que los niñ@s puedan desarrollar al máximo sus posibilidades. No creo que sea mucho pedirles. Les pregunto cómo se sentirían si sus nin@s estuvieran en silla de ruedas, sin personal suficiente, con unas instalaciones anticuadas y obsoletas, que funcionan por el buen hacer del personal docente, los profesores y el personal laboral, que a pesar de todas las dificultades ponen su esfuerzo y preparación para suplir todos los déficits.
Es un complejo el Santiago Apóstol, gris en el sentido físico, paredes monocolor, reflejo de la desidia y la dejadez. Las únicas pinceladas de color las ponen las risas de los niños del cole, derivadas de su inocencia, la alegría de cuidadores y profesores en el día a día, que saben que de no hacerlo así los dejarían abandonados a un futuro sin mejoría, sin independencia.
No creo que los responsables de esta situación lo entiendan, es la única explicación que encuentro, ya que si lo entienden la respuesta sería otra y es que carecen de corazón y sensibilidad y no merecen ocupar la responsabilidad que ostentan. Los poderes públicos deben velar por los que más lo necesitan, por los vulnerables, por los que no pueden protestar ni defenderse por si mismos. Solo es cuestión de querer hacerlo, formulas para conseguirlo hay miles. Solo es querer, lo dejo en su conciencia.
"Nunca conoces realmente a una persona hasta que has llevado sus zapatos y caminado con ellos"
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